En 1955 Lacan denuncia que tras la Guerra en Europa, y ya en ausencia del fundador del psicoanálisis, se han producido desvíos respecto de la letra freudiana.

El componente revolucionario contenido en los descubrimientos de Freud fue neutralizado por quienes se decían sus discípulos y reconvertido en una psicología del yo.

En este marco, Lacan asume sobre sí el retorno a Freud y la tarea de recuperar la potencia de un pensamiento que, al interrogar al sujeto cartesiano, constituyó una verdadera revolución copernicana, un cambio de marco epistemológico.

Al nivel de la filosofía, esto implica un descentramiento del yo, y al nivel del psicoanálisis, una clínica de la escucha.

Después de Freud, el concepto de verdad unívoca, estandarte de la ciencia y de las terapias adictas a ella, queda irremediablemente destruido. La verdad, lee Lacan en Freud, se construye para cada sujeto, ya que es indisociable de los significantes que lo atraviesan.

Así, es en el lenguaje donde emerge la verdad del sujeto, y sólo como efecto del análisis.

Todo esto se encuentra desarrollado en “La cosa freudiana o sentido del retorno a Freud en psicoanálisis”, una conferencia conmovedora en la que Lacan coloca su posición en relación a la letra freudiana.

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